Acabo de subir a youtube el vídeo del poema «Quién dijo quédate debajo», de mi libro Cercanías:
¿Quién dijo quédate debajo, en el lado oscuro de la tierra? Quién dijo
yo obedezco la palabra de Dios y Dios es amor y miedo. Somos los nietos del
asesino que nunca preguntó hasta donde llega la culpa. Los negros se hunden en
el estrecho porque el estrecho es una palabra y ellos no tienen boca.
Los que llegan ya no quieren boca, no hace falta, ellos son mobiliario
urbano, el animal precioso para el safari de Madrid.
Tienen una pregunta que les da vueltas y vueltas en la tripa, pero no
tienen boca.
Nosotros tenemos boca, pero nos rodeamos de espejos.
Caminamos el silencio de la herida que no se acaba, herida que no duele
con agua de mar y cuerpos cayendo como plumas de pájaros enfermos.
¿Qué infierno hay en el fondo del mar?
¿Cuántos huesos hacen falta para crear una isla?
¿Cuántos litros de sangre negras se necesitan para pudrir los muros de
la vergüenza?
Miremos a Dios y pidamos ayuda. Él nos dirá paraíso si nos
sacrificamos, si creemos en su silencio. La tierra es un órgano de cada cuerpo
y no nos duele que se llene de cadáveres. Nadie nos enseñó a mirar a los ojos
ni a construir barcos, ni puentes, ni bocas.
Somos tan poderosos que nos envenenamos.
Cruzamos el estrecho y somos dioses. Cruzan el estrecho y son ceniceros
para nuestro incendio.
Se estrellan contra el mar porque quieren. Como quiere el niño morir en
un incendio. Europa no puede ser para todos. Que nadie nos quite nuestros
juguetes. Nuestras ciudades necesitan cimientos de mierda y ellos nos sirven,
por ahora. La distancia entre tu Corteinglés y su hambre es lo que nos hace
felices.
Mala suerte, pero aquí no hay sitio.
Muérete en otro suelo, hueles diferente y nunca serás Obama.